El dolor es un lujo a nuestro alcance

Tomado de "La regla de Tres". Antonio Gala



El dolor es un lujo a nuestro alcance. Pero unas veces por falta de imaginación y otras por un alucinado temor que nos protege, no avanzamos lo bastante por los caminos suyos. Y perdemos con ello. Se nos quedan numerosos paisajes, desolados o pobladísimos, densos o diluidos, por conocer; numerosas facetas de nuestros amantes que habríamos podido amar o detestar, pero que en todo caso habrían formado parte nuestra, y que nos pasaron inadvertidas; numerosos aspectos de nosotros mismos que siempre ignoraremos si no abordamos la ruta del conocimiento que es el dolor; numerosas reacciones y tesoros y facciones de nuestra alma que jamás se nos manifestarán porque sólo ante la lámpara del Aladino del dolor y su aplacada luz, igual que ciertas aves ante la peculiar luminiscencia de la noche, se manifestarían saliendo de sus nidos. Sucede como con el amor que se hace muy deprisa y no nos conduce a una mayor sabiduría de la persona amada y de sus disponibles territorios.

Siempre tendemos a deshacerlo todo. Y en primer lugar, a deshacer a manotazos el propio sufrimiento, a meternos en la vida como en una dorada fiesta donde lo único importante es aturdirse. Como si, por no enterarnos, no sucediese nada. Cuántas veces me habré sacudido yo un mal de amor con una borrachera -la resaca no nos deja pensar al día siguiente- o con pastillas euforizantes que me secaron los ojos y la boca.

Una muerte, de momento, se alivia con somníferos. "Hay que seguir viviendo - se nos dice -diviértete, ahora es cuando más tienes que salir, no te encierres.”  el dolor físico y el otro, los dos han de evitarse. Nos atiborramos de sedantes y analgésicos. Le ensordecemos al dolor lo que tiene de alarma, de llamada a la vida, de verdadera prueba en todos los sentidos, de exacerbación e intensidad.
No, no soy masoquista. La vida es una bolsa elástica en la que todo cabe, hasta la muerte. Y coma a quien no come para no engordar se le achica el estómago; a quien se niega a sufrir, el alma se le achica. Me han acusado de masoquista tantas veces que me lo creí casi. No es cierto. No busco ni aconsejo que se busque el dolor, ni que se siente uno a esperarlo. Pero llega; una y otra vez llega. Y los muertos son nuestros. Y el dolor también. Y nos arrasa. Y nos reconstruye de otro modo: de eso quiero escribir.

El dolor pone el aire nuestros entresijos; nos obliga a mirarlos y a verificar que somos iguales que los otros. La comida sin masticar nos perjudica; el dolor sin sentir nos hace resentidos, porque hacemos crónica la enfermedad que debió ser aguda. Yo me propongo mirarlo fijamente a los ojos, quedarme frente a frente con él, charlar con él, que me cuente su cosas, de dónde viene, de qué familia es, cuánto se va quedar, qué designios lo mueven. Porque cada dolor concreto no retornará nunca y nos trae un recado irrepetible. No me despediré de él a la francesa y saldré por la puerta falsa. Lo habitaré y dejaré que él me habite. No hay otro modo de que se ensanche nuestra casa, y de que, cuando venga la alegría, si viene, tenga más sitio donde recrearse.

... ¿o quizá es que he sido cobarde en el dolor tanto como en el gozo? se amortizan los júbilos a fuerza de no consumarlos hasta la última gota; resucitan las penas cuando no las asumimos hasta el fondo, porque en realidad nada se tacha: huimos del dolor, y lo llevamos dentro, o a la grupa del caballo en que pretendemos alejarnos. El dolor es la mitad de la vida. Si renunciamos a él, estamos renunciando a la pasión, teniéndola antes de que se instaure; estamos renunciando a la vehemencia y a ser la palestra de todas las batallas. Y sin batalla vehemente - yo lo sé: he sido su juez, su testigo y su parte - no hay victoria. No gana nunca el queda agua para que le den sed, el que da amor para que le correspondan. Hay que aprender en la propia carne, con los ojos abiertos, que todo lo importante de este mundo, cuando se tiene de verdad es cuando se busca, cuando se canta de verdad es cuando se pierde. Por eso estoy aquí, ante el mar de esta isla.


Porque hay dolores graves, respetables, comprensibles, cuyas heridas se cierran y acaban por secarse lo mismo que los hibiscos que un amanecer sorprende ya en el suelo, suelo ellos mismos, camino de ser hierba sobre la cicatriz. Pero hay otros dolores por cuyas amplias puertas deberíamos entrar para extraviarnos dentro, y multiplicar nuestro saber de muchas cosas que cambiarían nuestra vida. Quizá es exactamente eso lo que pretendo…

Comentarios

  1. Estoy de acuerdo y ahora te pienso ...silencio y luz.No perder la confianza en tu cuerpo,aún en los momentos mas duros .No darte más caña.Acariciarte el ama .
    Te abrazo

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  2. Hola Ana, no te conozco en persona aunque mi hermanita Ani si. Ella me ha dado tu blog pues sabe que me gusta leer. Qué decirte cuando no sabes qué decir? todo y nada. Me consta que las palabras llegan del silencio, y desde ahí simplemente te acompaño con respeto y admiración por desnudarte como lo haces.
    Un abrazo desde el cariño de una más.
    Maite

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