La vida es experiencia
Soltarlo todo, cuántas veces he
pensado que lo había conseguido y que el trabajo ya estaba hecho. No es más que
otra manera de seguir buscando objetivos a alcanzar y negar el continuo de la vida, no hay
final, todo es proceso y camino por andar.
Recuerdo momentos en que solté mi
mala leche, mi verborrea, un poquito de soberbia, algo de manipulación y nunca lo
suficiente de control y exigencia. Cómo me engaño pensándome más ligera. Son
palabras mayores la impaciencia, el desapego, la tiranía, el capricho o el
orgullo cuando ni siquiera había empezado a soltar lo tangible, lo más pequeño
y superficial. Cuando llegó la enfermedad me dolía soltar mis pacientes, mi
despacho, mis proyectos, me despertaba por la noche llorando y pensando que lo
iba a perder todo, de nuevo, pero las pesadillas son a veces tan pequeñas cuando
se comparan con la realidad, cada vez más cosas han ido perdiendo importancia y
asusta tanto… he tenido que soltar mi casa, a mi hijo y hasta mi cuerpo en
manos de otros hasta no quedarme más que unas pocos pensamientos y alguna
sensación siempre unida al dolor, hasta me he desposeído de emociones porque cualquiera
de ellas era un despertador de dolores
profundos y arrebatadores. He constatado como la expresión e incluso la
experimentación de una emoción conlleva un enorme gasto de energía y el
resentimiento que paga el cuerpo, se vuelve tremendamente real y perceptible.
El dolor te da una conciencia corporal continua y muy sutil. Simplemente viendo
una película todas las emociones se amplifican en el cuerpo haciéndolas muy
presentes y vividas, en el hígado, en el pecho, en el vientre, casi podía
asociar cada emoción con la parte del cuerpo donde resuena. Tomo conciencia de
mi sordera en lo cotidiano, de cómo machaco a mi cuerpo cuando me quedo
enganchada a una emoción concreta y al mismo tiempo de la hermosa complejidad
del ser humano en cuanto a su diseño.
No sé si será igual para los
demás pero para mí el dolor es silencioso, se agazapa y te invade sigiloso como
una serpiente. Yo no sabía que tenía colores ni sé si son los mismos para todo
el mundo, los más intensos son azules y sobre todo el morado ese es el más
desgarrador y callado, algunos son verdes y unos pocos rosados, también tiene
formas hay circulitos, cuadradillos pequeños y el más intenso es uno que tiene
forma de brochazo vertical en la pared. Todo está vivo, todo es energía que
titila a nuestro alrededor, lo que sucede es que estamos demasiado despistados
para verlo.
El dolor llega a un punto de no
dolor donde se anestesia a sí mismo y desaparece en un agujero amortiguado de
sensaciones, aun así, requiere toda tu atención y no permite espacio para la
tristeza o las lágrimas, no hay pasado ni futuro, no hay conceptos sobre lo que
sucede, sólo un presente que observas desde un hilo de aliento que te mantiene
unida a la vida. El día que me hicieron el talcaje, dolió incluso con la anestesia
que me habían metido, ya habían terminado y estaba sola en el quirófano
esperando a que me subieran a planta, hay mucho silencio en un quirófano y es
tan frio; en dos ocasiones he podido tocar a una persona muerta, es un frío
parecido, seco, definitivo, hueco; y me
veía a mí misma allí tumbada, respirando con la mayor suavidad que podía, con
el máximo respeto a mi capacidad de respirar y sólo me venía una cosa a la cabeza:
confía, confía, respira Ana y me abandoné en lo que estaba sucediendo como si
no hubiera ni un ayer ni un mañana, estoy aquí, estoy aquí, hay experiencia
luego hay vida, sigo viva. No hay nada que hacer, nada que pensar, nadie quien
ser… Dios!!!! Lo real siempre supera la imaginación y en esos momentos,
encapsulados en la misma experiencia, la realidad que me suelo contar se volvió
tan absurda, estéril e irreal… confía, confía, no te sueltes de ti misma.
Y aún con toda
esta intensidad, el dolor igual que el amor se escapa en el mismo momento en
que se vive. Es pura experiencia, o lo unes a una emoción particular o se
difuminará para siempre una vez vivido. Si intento recordar el dolor del otro
día es solo eso, un recuerdo en mi cabeza, nada, no lo puedo volver a traer a
la experiencia, podría acercarme de un modo artificial asociándolo al hecho de
sentirme en el infierno y a la sensación de necesaria rendición, para entregarme
a lo que otros quisieran hacer conmigo, o al momento en que tras 14 horas de
dolor saco fuerzas de donde no las tengo para subir el tono lo suficiente para
que se oiga un ¡basta ya, basta ya por favor que alguien haga algo!. Pero
no hay oportunidad en ese momento de ponerle palabras a la experiencia, Es y
eso ya es suficiente, tan suficiente como todo un universo reducido en la
implosión de un segundo. Aunque pudiera atarlo en palabras no podría definir su
grandeza y profundidad, lo que sentía mi cuerpo o cómo me sentía yo atrapada en
él.
Quizá esta experiencia sirva como
un punto más para diluir el ego, con esta batita azul, mínima expresión del
pudor y que al mismo tiempo nos iguala a todos en este sitio de dolor. Aquí no
eres nadie, alguien con dolor, nada más, alguien a quien atender en su podredumbre,
en su miseria, cuerpos más o menos machacados, cada uno con una historia que no
contara en ningún momento, que no servirá para manipular. Podrás sacar el
carácter para conquistar a los médicos o enfermeras pero cuando llega el
momento de la verdad, te encontrarás a solas contigo misma, no hay distinciones,
ni reparos. Tu voz se baja al mínimo, tus necesidades se reducen hasta el punto
en que respirar, beber, o dormir se vuelven urgentes y fundamentales y es que
realmente, en el fondo, a nadie le importas un carajo, sí, es un buen momento
para decidir si quieres apostar por ti.
El dolor, sorprendente y
silenciosamente, abre las puertas de la compasión y el amor y éstos dejan de
ser conceptos o palabras para pasar a ser parte indisoluble de una. No hay
esfuerzo ni intención para ser compasiva, ni para dejarle espacio al amor, simplemente
se es, están.
Y en ese estado minimalista del
ser te das cuenta de cuánto ocupa estar, respirar pierde hasta su belleza
porque cada movimiento que te une a la vida, sólo trae punzadas de dolor y Estar
es lo que se vuelve imprescindible ¿cómo sacamos en el día a día tiempo para
algo más? Duele en este estado sentirte separada de Dios y entiendo en este
momento Dios como salud, como bienestar, bien-es-tar cómo ha cambado este
concepto para mi… respirar sin dolor, flotar desconectada de todo lo material
que me ata a este cuerpo pesado, a este que pena, que sufre, que se apasiona y
enreda a mi ser en superfluos tules de colores, y volver a estar conectada a
esa energía silenciosa de la que sé que provengo, esa que todo lo ocupa y donde
me sostengo sin cables, sin ruido, ni siquiera huele a nada aquí dentro, sólo
estoy, sólo estamos…
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